La hipocresía de algunos envuelta en la bandera de Palestina.
Cada día es más frecuente ver en las fotos de los perfiles de muchos usuarios de las redes sociales la bandera de Palestina como una forma de solidarizarse con este pueblo, el palestino, que está siendo terriblemente masacrado, entretanto que, una vez más, los organismos internacionales miran para otro lado ante la presión ejercida sobre ellos por los poderosos masacradores.
Claro que sí, que esa acción solidaria y reivindicativa con un pueblo que sufre y agoniza, con unos niños que mueren cada día víctimas de la barbarie humana, sería loable si junto con la bandera de Palestina no apareciera la oscura y miserable bandera de la hipocresía humana.
Es que es muy fácil ir a favor de tendencia, de nadar a favor de la corriente en el río de las ideas y actitudes ampliamente compartidas, donde, además de intentar calmar la conciencia, envolvemos nuestra hipocresía con una delgada y efímera pátina de reluciente quincalla, que no hace otra cosa más que darle brillo a nuestro fariseísmo sin complicar nuestra aburguesada, apoltronada y anodina existencia.
Les comento esto porque en los perfiles de la inmensa mayoría de esos “comprometidos” con la causa Palestina, de estos cuentistas con ínfulas de progresismo rancio y anacrónico, de esos traficantes de las injusticias, no he visto nada que haga referencia a lo sucedido estos días en la frontera entre Ceuta y Marruecos, donde este último país utilizó y abandonó –sí, utilizó y abandonó- a más de mil menores, ante la pasividad y condescendencia del Gobierno de España.
Claro, que, por no ver, tampoco he visto en los perfiles de estos enfervorecidos defensores de los derechos de los emigrantes, de los desplazados, ninguna crítica a la práctica de las devoluciones en caliente -que según el Subcomité para la Prevención de la Tortura de Naciones Unidas atentan contra los derechos humanos- que realiza de forma sistemática un gobierno, el nuestro, que, manda huevos, se tiene como progresista.
Claro que no he visto ninguna crítica a esto que ha sucedido en los últimos días, ni la veré, en los perfiles de la mayoría de estos apoltronados farsantes defensores de la causa Palestina, porque para ello, además de que hay que tener huevos, u ovarios –según corresponda- para criticar a un gobierno débil y en constantes contradicciones, pero al que apoya la mitad de los españoles, tienen que zafarse de la esclavitud ideológica a la que están sometidos, y que los mantienen sumisos y encadenados a las decisiones de unos gobernantes mediocres, que han perdido el timón del Gobierno de España, dejándonos a merced de las tempestades económicas, políticas o sociales que nos azotan.
José Juan Sosa Rodríguez
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