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JOSE JUAN SOSA RODRIGUEZ | De la poda neuronal a las podas emocionales y de relaciones.

JOSE JUAN SOSA RODRIGUEZ | De la poda neuronal a las podas emocionales y de relaciones.

De la poda neuronal a las podas emocionales y de relaciones.

La poda neuronal, o sináptica, es un proceso donde se elimina los axones y dendritas de las sinapsis excesivas que se producen en los primeros años de vida –grosso modo, la sinapsis es el contacto entre neuronas que transmite impulsos nerviosos-. Esto, la poda neuronal, suele suceder en la adolescencia, cuando se eliminan las neuronas y sus conexiones que ya no son necesarias, aumentando de esta forma la eficiencia de las transmisiones neuronales restantes.

Hace unos días, debido a uno de los efectos secundario de la vacuna contra el SARS-CoV-2, sufrí en episodio de astenia. Tumbado sobre un sillón, y sin apenas energías para moverme, por mi cabeza, como si de los cangilones de una noria movida de manera vertiginosa por el turbión de mi bajo estado de ánimo, aparecían y desaparecían una serie de pensamientos y recuerdos, la mayoría negativos, que yo, con más fracaso que éxito, intentaba frenar.

Si es cierto que bajo un estado emocional deprimido la mayoría de los pensamientos son negativos, y, por lo tanto, irracionales y catastrofistas, no es menos cierto que también en estos estados tan vulnerables los recuerdos de las relaciones sociales o personales dolorosas y traumáticas se experimentan todavía con más dolor, con más angustia, con más intensidad.

El daño psicológico producido por los desafectos de ayer y de hoy mueven con más violencia los canjilones de la noria en que se han convertido tus pensamientos y emociones negativas.

Pero más doloroso, si cabe, es que muchos de aquellos pensamientos negativos y de aquellas emociones tan dolorosas no formaban parte de mis experiencias pasadas remotas. Más bien, los pensamientos y emociones que más daño me hicieron, los que me atacaron con más virulencia, se estaban gestando en mi vida presente. Algunas de mis relaciones sociales y personales actuales –esas relaciones que algunos llaman tóxicas-, el pesimismo en la forma de pensar sobre la actualidad que nos ha tocado vivir, y sus consecuencias para el futuro, o la incertidumbre, infundada claro, sobre mi propio presente fueron la mayoría de los cangilones que, repletos de negatividad y angustia, movieron con más fuerza, con más crueldad, la noria dolorosa que se giraba sin parar dentro de mi cabeza.

Es ahora, cuando estoy llegando al final del proceso de recuperación de esta experiencia tan dura, cuando, puesto a reflexionar, he comprendido que si en un momento tan crítico de nuestras vidas, como es la adolescencia, la naturaleza se encargó de hacernos una poda neuronal para eliminar las neuronas que ya no necesitábamos, con el objetivo de aumentar la eficiencia de los sistemas neuronales restantes, también es necesario que nosotros, de vez en cuando, hagamos una poda de algunos aspectos dañinos que, como las neuronas innecesarias, se van apoderando de nuestras vidas, mermándonos en nuestra salud e impidiendo nuestro desarrollo personal de forma satisfactoria.

Llegados a este punto, quiero confesarles que si he decidido compartir mi experiencia con ustedes no es para decirles lo jodido que me dejó la puñetera vacuna, claro que no. Si he decidido escribir este artículo de opinión es porque soy consciente de que hay muchas personas que, bien por lo que se ha dado en llamar fatiga pandémica, o por otros motivos, están pasando, o a punto de pasar, por la misma situación que he pasado yo, y a las que, tal vez, mis experiencias les puedan servir de ayuda. Personas que, igual que yo, es posible que también necesiten hacerse sus propias podas personales.

Así, para hacernos nuestras particulares podas, es conveniente que:

De vez cuando nos tomemos un tiempo para reflexionar y podar de nuestros corazones todas las emociones negativas, como el rencor, la venganza o la envidia, que, además de entristecernos y enfermarnos el espíritu, no permiten que broten otras emociones más positivas, como el amor o la solidaridad, que sana y fortalecen nuestras almas.

Cortemos las relaciones sociales, personales o de cualquier tipo que vampirizan e intoxican nuestros afectos. Esas relaciones tóxicas que nos hacen sentir mal, y que no nos permiten explorar nuevas relaciones más positivas que nos animen a seguir adelante. Podar esas relaciones sociales o personales cargadas de egoísmos, que en los momentos más vulnerables de nuestras vidas aumentan nuestras tristezas, nuestras angustias.

Por último, es necesario que aprendamos- si fuera necesario con la ayuda de un profesional- a sacar de nuestras mentes la maraña de pensamientos negativos, irracionales y catastrofistas que la invaden para que su lugar lo ocupen otros pensamientos más positivos, que nos llenen de alegrías, de felicidad, de realidades, de proyectos de ilusiones…

José Juan Sosa Rodríguez es psicólogo.

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