Apertura de la convención de Biden, sin emociones por culpa de la pandemia

Apertura de la convención de Biden, sin emociones por culpa de la pandemia

El coronavirus impone al partido demócrata un espectáculo virtual que se limitará a varias horas de discursos y reafirmará al sector centroizquierda.

Quien haya visto al Barça encajar ocho goles en unos cuartos de final en Europa, sin las manos en la cara de la parroquia, sin abucheos cuando ya has sacado la pelota de la portería media docena de veces, sin «olés» de la afición contraria, sin abucheo al palco, sabe que el fútbol sin público no es lo mismo. En política, también. La transmisión de emociones es, al menos, tan importante como la transmisión de ideas, y un mitin sin la reacción de una muchedumbre es un secarral emocional. Se vio la semana pasada en el discurso de presentación de la candidata a la vicepresidencia por el partido demócrata, Kamala Harris, y se notará todavía más a partir de hoy, con el arranque de las convenciones, el akelarre electoral de los partidos.

La pandemia de Covid-19 ha encajonado la campaña electoral en un entorno virtual y su mayor víctima en campaña son las convenciones. Con el paso de las décadas, la reunión de cada uno de los partidos ha evolucionado de un encuentro casi técnico en salón de hotel cargado de humo de cigarrillo a un espectáculo televisivo excesivo, a la altura de una «Super Bowl».

Son, de alguna manera, los Juegos Olímpicos de la política estadounidense, cuatro días en los que el partido se une, se anima y trata de propulsar a su candidato en la recta final de la campaña. Se mezclan expresidentes con estrellas del rock, delegados de Wyoming con ex primeras damas, un ejército de periodistas con legisladores y candidatos a los que se tiene más cerca que nunca. El asunto acaba con el candidato ungido y enterrado en una montaña confeti y globos con los colores nacionales, y los delegados con las manos rotas de aplaudir y la mandíbula desencajada de tanta sonrisa televisiva.

El giro de la pandemia

Como en el fútbol, como en el resto de la vida, como en los besos que se mandan a las madres por «zoom», la pandemia lo ha cambiado todo. En qué quedarán las convenciones es todavía incierto. La demócrata arranca hoy y se cierra el jueves, con el discurso de aceptación de la nominación de su candidato, Joe Biden. Desde hace meses, se sabe que será virtual casi por completo, con los pesos pesados del partido dando discursos por vídeo, muchos de ellos grabados de forma previa.

Las horas interminables de discursos se concentrarán en dos horas por la noche, con un formato más ágil y las intervenciones reducidas. Las grandes cadenas ofrecerán una de esas dos horas en directo, y los organizadores se afanarán por meter ahí el contenido más atractivo. Pasarán expresidentes -Barack Obama cerrará la noche del miércoles, Bill Clinton hablará mañana-, senadores y gobernadores de estados decisivos, la esposa del candidato, estrellas de la música -de Billie Eilish a John Legend-, valores en alza del partido (las convenciones siempre sirven para detectar futuros líderes, como ocurrió con Obama en la de 2004) y sus rostros más populares: Michelle Obama, que no es candidata, ni legisladora, cerrará la jornada inaugural.

Habrá que ver cómo el partido se las ingenia para convertir el asunto en un espectáculo interesante y persuasivo y cómo evita problemas técnicos en la retransmisión, que, en medio de conexiones por ‘streaming’ con decenas de discursos, puede ser un campo de minas. Los republicanos, que celebran su convención la semana que viene, también jibarizada por el coronavirus, podrán aprender de los errores y los aciertos de sus rivales.

Más control

El formato encrespado de la convención otorgará al partido más control sobre las diferentes corrientes internas. En 2016, los izquierdistas del candidato Bernie Sanders sacudieron la convención con abucheos a la nominada del partido, Hillary Clinton. Este año, el ala más izquierdista tendrá presencia, con discursos de Sanders y de Alexandria Ocasio-Cortez, entre otros, pero se reafirmará el dominio del ‘establishment’ de centro-izquierda, el que impulsó a Biden en las primarias.

Incluso habrá guiños rotundos a los republicanos moderados, un electorado al que aspira Biden, considerado un centrista a pesar de haber abrazado buena parte de los programas sociales de la izquierda durante las primarias. John Kasich, ex gobernador republicano de Ohio y ex candidato a la presidencia, dará un discurso, y los organizadores han dado señas de que podría haber más republicanos en la convención.

La falta de emoción tendrá una ventaja: centrar los esfuerzos en el mensaje. Solo queda por ver cómo reparten Biden y el partido los esfuerzos: cuántos se dedican a atacara a Donald Trump y cuántos a ofrecer una alternativa atractiva para el país.

Quien haya visto al Barça encajar ocho goles en unos cuartos de final en Europa, sin las manos en la cara de la parroquia, sin abucheos cuando ya has sacado la pelota de la portería media docena de veces, sin «olés» de la afición contraria, sin abucheo al palco, sabe que el fútbol sin público no es lo mismo. En política, también. La transmisión de emociones es, al menos, tan importante como la transmisión de ideas, y un mitin sin la reacción de una muchedumbre es un secarral emocional. Se vio la semana pasada en el discurso de presentación de la candidata a la vicepresidencia por el partido demócrata, Kamala Harris, y se notará todavía más a partir de hoy, con el arranque de las convenciones, el akelarre electoral de los partidos.

La pandemia de Covid-19 ha encajonado la campaña electoral en un entorno virtual y su mayor víctima en campaña son las convenciones. Con el paso de las décadas, la reunión de cada uno de los partidos ha evolucionado de un encuentro casi técnico en salón de hotel cargado de humo de cigarrillo a un espectáculo televisivo excesivo, a la altura de una «Super Bowl».

Son, de alguna manera,, cuatro días en los que el partido se une, se anima y trata de propulsar a su candidato en la recta final de la campaña. Se mezclan expresidentes con estrellas del rock, delegados de Wyoming con ex primeras damas, un ejército de periodistas con legisladores y candidatos a los que se tiene más cerca que nunca. El asunto acaba con el candidato ungido y enterrado en una montaña confeti y globos con los colores nacionales, y los delegados con las manos rotas de aplaudir y la mandíbula desencajada de tanta sonrisa televisiva.

El giro de la pandemia

Como en el fútbol, como en el resto de la vida, como en los besos que se mandan a las madres por «zoom», la pandemia lo ha cambiado todo. En qué quedarán las convenciones es todavía incierto. La demócrata arranca hoy y se cierra el jueves, con el discurso de aceptación de la nominación de su candidato, Joe Biden. Desde hace meses, se sabe que será virtual casi por completo, con los pesos pesados del partido dando discursos por vídeo, muchos de ellos grabados de forma previa.

Las horas interminables de discursos se concentrarán en dos horas por la noche, con un formato más ágil y las intervenciones reducidas. Las grandes cadenas ofrecerán una de esas dos horas en directo, y los organizadores se afanarán por meter ahí el contenido más atractivo. Pasarán expresidentes -Barack Obama cerrará la noche del miércoles, Bill Clinton hablará mañana-, senadores y gobernadores de estados decisivos, la esposa del candidato, estrellas de la música -de Billie Eilish a John Legend-, valores en alza del partido (las convenciones siempre sirven para detectar futuros líderes, como ocurrió con Obama en la de 2004) y sus rostros más populares: Michelle Obama, que no es candidata, ni legisladora, cerrará la jornada inaugural.

Habrá que ver cómo el partido se las ingenia para convertir el asunto en un espectáculo interesante y persuasivo y cómo evita problemas técnicos en la retransmisión, que, en medio de conexiones por ‘streaming’ con decenas de discursos, puede ser un campo de minas. Los republicanos, que celebran su convención la semana que viene, también jibarizada por el coronavirus, podrán aprender de los errores y los aciertos de sus rivales.



Más control

El formato encrespado de la convención otorgará al partido más control sobre las diferentes corrientes internas. En 2016, los izquierdistas del candidato Bernie Sanders sacudieron la convención con abucheos a la nominada del partido, Hillary Clinton. Este año, el ala más izquierdista tendrá presencia, con discursos de Sanders y de Alexandria Ocasio-Cortez, entre otros, pero se reafirmará el dominio del ‘establishment’ de centro-izquierda, el que impulsó a Biden en las primarias.

Incluso habrá guiños rotundos a los republicanos moderados, un electorado al que aspira Biden, considerado un centrista a pesar de haber abrazado buena parte de los programas sociales de la izquierda durante las primarias. John Kasich, ex gobernador republicano de Ohio y ex candidato a la presidencia, dará un discurso, y los organizadores han dado señas de que podría haber más republicanos en la convención.

La falta de emoción tendrá una ventaja: centrar los esfuerzos en el mensaje. Solo queda por ver cómo reparten Biden y el partido los esfuerzos: cuántos se dedican a atacara a Donald Trump y cuántos a ofrecer una alternativa atractiva para el país.

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