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PLATAFORMA CIUDADANA REIVINDICATIVA | Para declarar el Centro histórico de Las Palmas de Gran Canaria Patrimonio Mundial por la UNESCO.

PLATAFORMA CIUDADANA REIVINDICATIVA | Para declarar el Centro histórico de Las Palmas de Gran Canaria Patrimonio Mundial por la UNESCO.

PRESENTACIÓN

CARTEL

COLABORADORES

ENTREVISTAS

ENTREVISTA: Antonio Aguado (Radio Las Palmas – Asunción Benítez)

OBJETIVOS

VEGUETA

Las Palmas de Gran Canaria

      Los valores históricos excepcionales, exclusivos y trascendentes que le permiten optar al reconocimiento de la UNESCO y su inclusión en la lista del Patrimonio Mundial cultural.

      Aparte del muy importante aspecto histórico, como lo demuestra que de las cuatro veces que Cristóbal Colón viajó a América, en tres hizo escala en Gran Canaria, la primera y más importante en su travesía cuando descubrió el Nuevo Mundo el 12 de octubre de 1492, segunda en 1493  y cuarta en 1502. Esto demuestra las condiciones tan favorables y garantías de abrigo que tenía la costa isleña, fundamentalmente la Bahía de la Isleta donde fondeaban las naves. La ciudad del Real de Las Palmas ya era una realidad, desde que fue fundada el 24 de junio de 1478 por Juan Rejón. Aún existe la Ermita de San Antonio Abad, en la que Colón oró antes de partir en su travesía para descubrir el Nuevo Continente.

      El atlantismo histórico de la Ciudad Real de Las Palmas se manifiesta, igualmente, en otros significativos aspectos como el contar con la primera Plaza Mayor institucional del imperio español, la Plaza Mayor de Santa Ana, que a principios del siglo XVI integró en su recinto los poderes político-administrativos y religiosos, siendo así el antecedente histórico de las Plazas Mayores hispanoamericanas.     

      Después de su nacimiento como primera ciudad fundada por la Corona de Castilla en el Atlántico, año 1478, la ciudad de Las Palmas desempeñó un relevante papel en la formación del mundo atlántico, tanto en su carácter de escala en los viajes colombinos como en el tránsito y la aportación de concretos elementos de civilización.

INFORMACIÓN

EL CENTRO HISTÓRICO DE LAS PALMAS

Y EL PATRIMONIO MUNDIAL

Autor: Alfredo Herrera Piqué

Durante largos años el autor del presente trabajo ha promovido, ha planteado, ha estudiado y ha defendido la opción de la candidatura del Centro Histórico de Las Palmas de Gran Canaria a su posible inclusión en la lista del Patrimonio Mundial cultural de la UNESCO. Desde nuestro punto de vista, el objetivo de tal declaración no consistía simplemente en formar parte de un cuadro de honor en el que ya se encuentran numerosos centros históricos y monumentos de todo el planeta, cerca de un millar. Nuestra finalidad fundamental es conseguir una adecuada conservación y protección del casco antiguo de esta ciudad a través de una relevante declaración internacional, así como subrayar los valores históricos singulares de trascendencia universal que integran el pasado y la personalidad de esta ciudad, personificados en su Centro Histórico que, hay que recordarlo, es, en su barrio de Vegueta, Conjunto Histórico Artístico Nacional desde 1973 (Boletín Oficial del Estado, 2-V-73), y en el de Triana, ya en el marco de la Comunidad Autónoma de Canarias, Bien de Interés Cultural desde 1993 (B.O.C.A., 14 –VII-93). La Corporación Municipal que regía el Ayuntamiento de Las Palmas en los finales del siglo XX y primeros años del actual acogió, por unanimidad, esta idea. Después de presentada la candidatura al Ministerio en 2006 y su inclusión durante años en la lista indicativa del Patrimonio Mundial española , la opacidad edilicia posterior (2007-2010) han impedido conocer el derrotero administrativo que habría seguido el proyecto.

A este loable propósito hemos dedicado un estudio muy extenso, que se adapta rigurosamente a las normas establecidas por la UNESCO para regular tales declaraciones, desde las básicas de la Convención de París (octubre-noviembre) de 1972 hasta las Directrices Generales del año 1999 y las precisiones añadidas en 2005. Dicho estudio comprende las siguientes secciones: 1. Descripción del Bien Cultural que se propone (en este caso, nuestro Centro Histórico), incluyendo su adaptación a la aplicación de las directrices y criterios de evaluación del Comité del Patrimonio Mundial. 2. Fundamentos que justifican la inscripción en la lista del Patrimonio Mundial Cultural. 3. Cartografía histórica y actual del Centro Histórico. 4. Estudio histórico (que se corresponde con una parte de lo que publicamos en los dos volúmenes de este libro). 5. Títulos históricos de la Ciudad Real de Las Palmas, textos fundamentales de la Historia de la Ciudad, relaciones viajeras y textos literarios. 6. Catálogo histórico arquitectónico del Centro Histórico de Las Palmas, con la descripción y ficha de, aproximadamente, doscientos de los edificios principales del conjunto. 7. Normas de protección vigentes; y 8. Uso cultural. El amplio texto está acompañado de profusa documentación gráfica.

Desde la consideración de que esta aspiración, y el correspondiente estudio, entroncan con el ideario de la protección, conservación, restauración, rehabilitación, descripción, difusión y puesta en valor de este, a todas luces, singular conjunto histórico-artístico de particulares característica, ofrecemos aquí una síntesis de los contenidos que argumentan candidatura.

Podemos observar que el hilo conductor de esta interpretación atiende al carácter de una ciudad marítima, de una urbe portuaria, de una “ciudad atlántica”, característica que explica este fenómeno de recepciones y de transferencias oceánicas (su carácter de puente marítimo en la formación del mundo atlántico, la transmisión a América del cultivo de la caña de azúcar, el precedente del régimen institucional que poco después se establecerá en el Nuevo Mundo, el antecedente de la Plaza Mayor, el tránsito de estilos arquitectónicos, etc.), que es propio de Las Palmas de Gran Canaria desde las históricas escalas de Cristóbal Colón hasta el capítulo esplendoroso del Puerto de la Luz en los finales del siglo XIX. Ello es lo que se pone de relieve, igualmente, en los siguientes y singulares fundamentos, merecedores de su examen y consideración en relación con los requisitos que se exigen en las declaraciones de Patrimonio Mundial Cultural.

LAS PALMAS, PUENTE MARÍTIMO EN LA FORMACIÓN DE LA CIVILIZACIÓN ATLÁNTICA

ATLANTISMO HISTÓRICO DE LA CIUDAD Y PUERTO DE LAS PALMAS (SIGLOS XV Y XVI)

A finales del siglo XV, Las Palmas fue una de las villas colombinas del Descubrimiento. Cristóbal Colón hizo escala en Gran Canaria en tres de sus cuatro viajes al Nuevo Mundo. El gran Descubridor había tomado decisión de adentrarse en el mar occidental partiendo desde las islas Canarias por tres razones fundamentales:

En primer lugar, este archipiélago era el único enclave de la Corona de Castilla en el Atlántico y la tierra de soberanía española situada más al oeste. Colón, que probablemente conocía con anterioridad las aguas del archipiélago canario, era sabedor de la ayuda que, en esta latitud, le aportarían los vientos alisios en su navegación por el mar occidental. El primer viaje de Colón, como los restantes, se vio favorecido por los alisios, que lo llevaron hasta el Nuevo Mundo. Estimaba que la escala en las Canarias era lo más adecuado para su ruta, contando, además, que aquí, podría hacer aguada, avituallarse de frutos y viandas, y reparar sus naves. Desde su trascendental partida del puerto de Palos (Huelva) puso rumbo a las Canarias, avistando en pocos días la isla de Lanzarote y siguiendo hasta Gran Canaria.

Primer viaje.- Después de su salida del puerto de Palos y habiéndose averiado el timón de “La Pinta”, el 9 de agosto de 1492, Colón intentó alcanzar Gran Canaria con la finalidad de tratar de conseguir otra nave que la sustituyera. Sin embargo, no pudo alcanzar tierra. Debido a ello, dejó a la nave averiada en las costas de Gran Canaria y tomó rumbo a la isla Gomera, con igual propósito. Allí no pudo encontrar una carabela que reemplazara a “La Pinta”, por lo que retornó a Gran Canaria, a donde arribó el 25 de agosto. En Gran Canaria permaneció durante una semana. Aquí se fabricó un nuevo timón para “La Pinta”, mientras que en “La Niña” se sustituyó una vela latina por otra redonda. Desde Gran Canaria partió el 1 de septiembre, pasando a La Gomera, desde donde se hizo a la vela el 6 de septiembre, siguiendo la ruta de los alisios y alcanzando las Lucayas en treinta y cinco días, en lo que fue el gran Viaje de Descubrimiento del Nuevo Mundo.

Segundo viaje.- En el segundo de sus viajes, Cristóbal Colón se detuvo en la bahía de la Luz el día 2 de octubre de 1493, al mando de una flota compuesta por diecisiete barcos en la que viajaban más de mil doscientos hombres. Fue la primera escuadra que cruzó el Atlántico y la primera expedición militar enviada por los Reyes Católicos para la conquista de las tierras recién descubiertas en el Nuevo Mundo. Y fue también la primera empresa de colonización. De nuevo, aquí se reparó, igualmente, la avería de una de las naves. Es muy importante destacar también en esta escala el hecho de que el Descubridor llevó desde Las Palmas plantones y esquejes de caña de azúcar, procedentes probablemente de los cultivos existentes en la villa (orillas del Guiniguada), con el objeto de iniciar su cultivo en las Antillas. En este segundo viaje, Colón fijó, con precisión, la ruta de ida al Nuevo Mundo, tal como fue seguida durante siglos.

Cuarto viaje.- Finalmente, en el último viaje, las naves del descubridor hicieron escala en Las Palmas, permaneciendo en la bahía de la Luz entre el 20 y el 24 de mayo de 1502. De nuevo, cargaron provisiones, azúcar, carnes y agua. De su estancia en este último periplo dejó testimonio a través de una carta escrita en Las Palmas, dirigida a fray Gaspar Gorricio, fraile del convento de Santa María de las Cuevas, de la Cartuja sevillana.

Las Palmas tuvo presencia y participación en la gesta del Descubrimiento de América y en los viajes colombinos con las siguientes aportaciones:

a) Un seguro Puerto de escala, abrigado a los vientos del Norte.

b) Un lugar en donde el Almirante pudo reparar sus naves, especialmente en el Viaje del Descubrimiento, cuando reparó el timón de “La Pinta” y, además, hizo cambiar la vela de “La Niña”, de latina a redonda, para que tuviera mayor seguridad en el viaje;

c) Una escala de la que se sirvió para proveer de agua, provisiones y avituallamientos a sus barcos y tripulaciones, teniendo la oportunidad de obtener y llevar a bordo los primeros plantones de la caña de azúcar que, cruzando el Atlántico, llegaron a América, abriendo, así, el fecundo intercambio de productos naturales y agrícolas entre el viejo y el nuevo mundo.

d) Un puente marítimo en el Atlántico situado en la ruta de los vientos alisios del noreste, lo cual aportó una importante contribución a los viajes colombinos en el momento inaugural de la civilización atlántica. Ello tuvo una gran trascendencia para el primer y segundo periplos del Descubridor y, por consiguiente, para la codificación del sistema de vientos alisios y de corrientes marinas del Océano, lo que permitió el conocimiento y la descripción de lo que hasta entonces había sido la cara oculta de la Tierra y el establecimiento de vínculos oceánicos regulares y fiables entre las dos orillas atlánticas.

El régimen de vientos alisios y las rutas de ida y retorno en el Atlántico central fueron descubiertos en el primero y en el segundo viaje de Colón al nuevo continente. En ambos hizo escala en Las Palmas de Gran Canaria y en San Sebastián de la Gomera. Con ello se iniciaba un nuevo y extraordinario capítulo de la historia de la Humanidad: la construcción y desarrollo de una comunicad atlántica. Pocos años después, en 1497, Vasco de Gama, descubrió el código de vientos del Atlántico sur viajando entre hacia Brasil y Sudáfrica. En la primavera de esta misma fecha, Giovanni Gabotto, cubrió el derrotero del Atlántico norte, partiendo desde Bristol (Inglaterra) y llegando a las costas septentrionales de la América del Norte, ruta que sólo se podía realizar en unos meses concretos del año.

Hasta ese momento de los finales del siglo XV, los pueblos europeos ocupaban un espacio periférico, en el borde occidental del continente eurasiático. Sin embargo, a partir del descubrimiento del Nuevo Mundo y del establecimiento de un sistema de rutas oceánicas entre ambos continentes, se inició el desarrollo de una civilización que abarcaría todo el gran océano hasta entonces desconocido y el continente recién descubierto en América. La civilización atlántica surgió de la integración de las gentes y culturas de la vieja Europa en el Nuevo Mundo y también, a través de la ignominiosa trata, de pueblos y culturas de África, todo ello realizado durante siglos a través de un sistema de comunicaciones marítimas que se desarrolló a partir de los viajes de Cristóbal Colón, en los que las islas Canarias –y la villa de Las Palmas– jugaron la importante función de un puente marítimo en los inicios de este gran proceso de civilización.

Después del paso de Colón, nuevos descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo tomaron puerto en la bahía de las Isletas. En este aspecto, una de las expediciones más relevantes en los comienzos del sistema colonial español en América fue la de Nicolás de Ovando en 1502. La componían treinta barcos y unos mil quinientos hombres. Entre éstos, además de funcionarios reales, viajaban artilleros y soldados, así como albañiles, caleros, carpinteros, herreros, vidrieros y agricultores, con sus familias. Los campesinos llevaban esquejes y semillas para iniciar el asentamiento y los cultivos en la isla. A bordo iban, asimismo, diecisiete franciscanos y un viajero de excepción: el joven Bartolomé de las Casas, que contaba entonces 17 años de edad, y quien posteriormente dejaría constancia de estos acontecimientos en su obra. Con posterioridad a su partida de Sanlúcar de Barrameda, las naves tuvieron que enfrentar una fuerte tormenta en alta mar y la escuadra se dispersó, logrando reagruparse en la bahía de Las Palmas, después de haber perdido una carabela, la “Santa María de la Rábida”. Durante su estancia en el puerto canario, Ovando pudo reparar y pertrechar sus barcos, y consiguió sustituir con una nueva la nave que había naufragado. Desde esta bahía de las Isletas, la mitad de la flota puso rumbo a la Española, bajo el mando de Nicolás de Ovando. Dos semanas más tarde partió el resto de las naves, dirigidas por su lugarteniente, Antonio de Torres. Éste pereció meses después, cuando, de regreso a España al mando de la flota, los barcos fueron barridos por un terrible huracán en el estrecho de Mona.

En el siglo XVI, cuando comienza a regularse la salida anual de las flotas de Indias (la de Nueva España y la de Tierra Firme) desde el puerto de Sevilla, la Corona determinó que los barcos de registro de las islas Canarias deberían reunirse en el puerto de la Luz, en la bahía de Las Palmas, lugar en el que se unirían a las respectivas armadas los barcos canarios que comerciaban con América. “La solución de la Corona consistió –escribe nuestro historiador Francisco Morales Padrón– en fijar un solo puerto donde los navíos se concentrasen: el de la Luz, en Gran Canaria”. Nos dice el propio americanista que, en 1575, Felipe II ratificó que las naves canarias se agruparan en la bahía de la Luz o de las Isletas –puerto natural amplio, abrigado y de fácil comunicación–, a la espera de la escala de las flotas de la carrera de Indias. Pero las dificultades de las comunicaciones marítimas interinsulares obstaculizaron el cumplimiento de tal resolución y este régimen solamente perduró hasta 1591. Durante los siglos siguientes, el puerto de Las Palmas siguió siendo, junto a otros puertos canarios, escala en los barcos de la carrera de América. Y, ya a finales del siglo XIX, la construcción de los diques y muelles de un puerto moderno le proporcionaron un rango internacional en las comunicaciones marítimas con América, así como con numerosos puertos de África, Asia y Australia.

El papel desempeñado por la ciudad de Las Palmas en el desarrollo del mundo atlántico se dibuja y desglosa, durante las postrimerías del siglo XV y en el XVI, en los siguientes aspectos.

PRIMER ESTABLECIMIENTO URBANO DE LA CORONA DE CASTILLA EN EL ATLÁNTICO (1478)

En 1477, en medio de la pugna dinástica con Portugal, la reina de Castilla consiguió que los señores de las Canarias, Diego de Herrera e Inés Peraza, cedieran a la Corona el derecho de conquista de las tres islas que se hallaban sin someter (Gran Canaria, Tenerife y La Palma). Con ello, Castilla pretendía impulsar y consolidar su asentamiento en el Atlántico y en las islas Canarias, compitiendo con los establecimientos portugueses. Desde ese momento, la Corona tomó la decisión de acometer la conquista de Gran Canaria. La provisión real dada por la reina Isabel la Católica en Sevilla, con fecha de 13 de mayo de 1478, ordenaba llevar a cabo la conquista de la isla para “sojuzgarla a la Corona Real”. Para ello señalaba tres objetivos principales:

a) Iniciar su poblamiento europeo: Que “la dicha isla se poblase de personas católicas”, es decir de súbditos de los reinos españoles. b) La construcción de fortificaciones que garanticen la seguridad de los nuevos pobladores. c) La edificación de una Iglesia Catedral.

De la citada instrucción real se deduce que la reina de Castilla ordenaba al conquistador Juan Rejón que iniciara y garantizara el poblamiento, la sede religiosa y la construcción de las fortificaciones necesarias.

La ciudad de Las Palmas fue el primer establecimiento urbano de la Corona de Castilla en el Atlántico. Ello se produjo varios años antes del Descubrimiento de América. Por consiguiente, la conquista de Gran Canaria y la fundación de Las Palmas significaron el primer antecedente de la expansión de Castilla en el Atlántico, antes del descubrimiento del Nuevo Mundo. Las Palmas y Santo Domingo fueron las dos primeras ciudades fundadas por los españoles en sendas islas de ambos lados del Atlántico, en el momento inaugural de su gran expansión ultramarina y de la conquista de América, respectivamente.

El nacimiento de la villa de Las Palmas debe situarse en un contexto histórico dentro del cual hay que destacar tres factores fundamentales: 1) El proceso de expansión en África y el Atlántico que habían desarrollado los portugueses a lo largo del siglo XV y, más tarde, los objetivos de la Corona castellana en el Atlántico a finales de dicha centuria; 2) La nueva forma de organización territorial que desarrollaron los Reyes Católicos, particularmente la sujeción de las ciudades y villas al poder real, lo cual coincidió con los primeros decenios del desarrollo institucional y urbano de Las Palmas; y 3) El descubrimiento y conquista de América, abriendo el horizonte de un Nuevo Mundo, hacia el cual las Canarias, y la ciudad de Las Palmas, jugaron el papel de un enlace marítimo.

El hecho de ser la primera ciudad establecida por Castilla en el Atlántico significó para Las Palmas el convertirse en sede de las instituciones de representación de la Corona y de los organismos administrativos y religiosos de gobierno de la isla y del archipiélago. En el año 1506, la reina Juana otorgó el escudo de armas de la villa. Antes de 1511, Las Palmas ya poseía reconocimiento de Ciudad y en 1515 le fue conferido por la Corona el título de “Muy Noble” a la Ciudad Real de Las Palmas.

Obviamente, como se ha subrayado, el hecho de que Las Palmas fuera en su momento la primera pieza urbana de la expansión española hacia el Atlántico requiere notable atención histórica en la medida en la que, varios años después, Colón llegó al Nuevo Mundo y la Corona española inició la conquista y colonización de un inmenso territorio, en el que se llevaron a cabo centenares de fundaciones urbanas, de las que Las Palmas había constituido el primer antecedente en ultramar.

En cuanto fue la primera ciudad de la Corona de Castilla en el Atlántico, fundada pocos años antes del descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo, Las Palmas fue un laboratorio y un precedente de la creación de instituciones que rigieron la vida de las ciudades y territorios de los dominios españoles en América.

PRIMERA SEDE POLÍTICO-ADMINISTRATIVA Y PRIMERA ORGANIZACIÓN MUNICIPAL DE CASTILLA EN EL ATLÁNTICO (1480-1526)

LA CIUDAD REAL DE LAS PALMAS, CABECERA DE AUDIENCIA Y DE GOBIERNO

La Ciudad Real de Las Palmas tuvo la primera sede municipal de Castilla en el Atlántico. Su primer Ayuntamiento se constituyó hacia 1480. Tuvo también Las Palmas la primera carta de organización municipal de la Corona en el Atlántico: Fuero y Privilegio de Canaria, otorgado por los Reyes Católicos el 20 de diciembre de 1494.

Y fue la primera sede político-administrativa de la Corona de Castilla en ultramar, dotada de los poderes civiles y religiosos: primer gobernador (1479); primer Ayuntamiento (1480), Obispado de Canarias (c. 1483), Catedral de Canarias (1490) Tribunal de Inquisición de Canarias (c. 1504), Real Audiencia de Canarias (1526); y primer presidente de la Audiencia, gobernador y capitán general de las islas Canarias (1589).

a) Primer gobernador. Representante real y máxima autoridad de la isla. La figura del gobernador solamente era utilizada en la España de los Reyes Católicos para desempeñar la autoridad real en regiones fronterizas, lejanas o en situaciones de conflicto. En 1479, en el comienzo de la conquista de Gran Canaria, fue nombrado con tal carácter Pedro de Algaba. Muerto Algaba en 1480, fue sustituido por Pedro de Vera como gobernador y capitán a guerra, quien culminó la conquista de la isla. Permaneció en el cargo hasta 1486. Fueron gobernadores de carácter militar. A partir de 1486, con Francisco de Maldonado, comienzan a nombrarse gobernadores letrados.

b) Primer Ayuntamiento.- Por Real Cédula dada por los Reyes Católicos en Toledo el 4 de febrero de 1480, se ordenó al conquistador Pedro de Vera que nombrara “officios de Regimiento e jurados”. Fray Juan de Abreu y Galindo refiere que el gobernador Pedro de Vera “nombró doce personas nobles por regidores conforme a la provisión de Sus Altezas”, así como dos jurados y dos escribanos. Debemos colegir que el primer Concejo o Ayuntamiento de Las Palmas se nombró en ese año de 1480, cumpliendo la disposición real. Así, la ciudad de Las Palmas inauguró el régimen municipal en las islas Canarias y en el Atlántico hispano.

c) Primera norma constitutiva de la organización municipal.- El 20 de diciembre de 1494, los Reyes Católicos otorgaron el Fuero y Privilegio de Canaria, histórica carta jurídico-administrativa fundamental de la organización de la ciudad. Estaba emparentado con los Fueros andaluces, con un origen común en el Fuero de Toledo. En su texto se establece el Concejo o Cabildo como institución rectora de la vida municipal, con funciones administrativas y de administración de justicia.

El Fuero de 1494 configura la organización municipal, estableciendo que en la ciudad haya Casa de Concejo y salas de audiencia para administrar justicia, así como reloj, hospital, matadero y carnicería. Se establece la obligación de contar con libro de provisiones y reales cédulas y libro de privilegios. La Real Cédula establece normas concretas sobre los servicios municipales y las rentas del Ayuntamiento, bienes comunales, tutela real de la administración local y defensa de las regalías de la Corona.

La disposición real preceptuaba que el Concejo dispusiera y aplicara ordenanzas sobre los diferentes aspectos de la vida pública. Éstas fueron estableciendo un extenso repertorio de normas que obligaban a los vecinos en materias como la construcción, limpieza de la ciudad, transportes, abastecimientos, policía de acequias, etc.

d) Sede de los organismos religiosos.- Igualmente, fue, desde 1485, sede de las principales instituciones de la Iglesia Católica: Obispado, Catedral y Cabildo catedralicio. El primer obispo que tuvo sede en la villa de Las Palmas, al ser trasladado y establecido el Obispado Rubicense y Canariense en Gran Canaria fue don Juan de Frías. Fue el encargado de ejecutar el traslado de la sede episcopal del Rubicón a Las Palmas. Poco tiempo antes de que ello se materializara y a poco de darse por terminada la conquista de Gran Canaria, se redactaron y acordaron en una de las salas capitulares de la Catedral de Sevilla los primeros estatutos del Cabildo Catedral de Canarias, que llevan fecha de 22 de mayo de 1483.

e) Cabecera de Audiencia.- El 7 de diciembre de 1526, el emperador Carlos V dictó una Real Cédula, en Granada, por la que se creó la Real Audiencia de Canarias, dotada de competencias en asuntos civiles y penales. Fue la primera institución de la Corona con jurisdicción en todo el archipiélago canario.

Se dispuso que el tribunal estuviera compuesto por tres oidores o jueces, con residencia en Las Palmas y competencia en asuntos civiles y criminales, dentro del mismo sistema judicial que el existente en Castilla. Tenía el carácter de un tribunal de apelación con atribución para conocer de asuntos cuya cuantía no superara los cien mil maravedís. Y poseía autoridad sobre todos los ayuntamientos de las islas, tanto realengas como de señorío, siendo el primer organismo civil de jurisdicción regional.

La Audiencia de Las Palmas fue la segunda establecida por España en ultramar. Se creó quince años después que la de Santo Domingo (primera de las de América) y un año antes que la de Méjico (Virreinato de Nueva España). Después, a lo largo del siglo XVI se fueron creando Audiencias en las más importantes ciudades del Nuevo Mundo. Al igual que en América, debido a la lejanía de la metrópoli, en Canarias la Audiencia sobrepasó el ámbito estricto de lo judicial y desempeñó funciones administrativas y de gobierno en materias como el contrabando, la defensa militar, las fortificaciones o el control de los ayuntamientos.

f) Gobierno general de las Islas Canarias.-En 1589 llegó a Las Palmas el primer presidente de la Real Audiencia, gobernador y capitán general de las islas Canarias. Era la máxima autoridad de la Corona en este archipiélago, con plenos poderes en los órdenes judicial, político y militar. Desempeño su función hasta 1594, sin que tuviera continuidad a partir de ese año. En 1625, el rey Felipe IV envió a la isla a Francisco González de Andía con el título de Veedor y Reformador, y en 1629 a Juan de Rivera como capitán general interino. En 1634, el ya citado Iñigo de Brizuela y Urbina fue nombrado presidente de la Real Audiencia, gobernador y capitán general de las islas Canarias, con residencia en Las Palmas. Sus atribuciones comprendían las esferas gubernativa, militar y judicial. Era el representante del Rey en Canarias y poseía, por consiguiente, el máximo poder en el archipiélago canario.

Por consiguiente, en su primer siglo de existencia, la Ciudad Real de Las Palmas concentró los organismos de gobierno, tanto político-administrativos y judiciales, como religiosos, siendo cabecera de Audiencia en el archipiélago canario.

PRIMERA CIUDAD AZUCARERA DEL IMPERIO ESPAÑOL EN ULTRAMAR

FOCO DE DIFUSIÓN DE LA CAÑA DE AZÚCAR HACIA EL CARIBE (FINALES DEL SIGLO XVI)

La villa de Las Palmas fue puente de tránsito desde el Viejo Mundo hasta el Caribe de un cultivo agrícola básico en la formación y la historia de América: la caña de azúcar. Esta planta y su utilización económica hicieron un largo recorrido desde el Oriente hasta el Mediterráneo (Chipre, Sicilia y sur de la península ibérica), en donde fue comercializada por los empresarios y banqueros genoveses. A mitad del siglo XV fue introducida en Madeira y desde allí fue trasladada a la entonces naciente villa de Las Palmas, en cuyos alrededores comenzó a cultivarse en 1480, por iniciativa del gobernador Pedro de Vera. Desde Las Palmas pasó a la Española en 1493. Ello significó la temprana transferencia de un producto fundamental desde la Europa atlántica al Nuevo Mundo. Fue el primer y fecundo intercambio de frutos y productos naturales entre Viejo y Nuevo Mundo.

En el año 1480, los conquistadores Pedro de Vera y Alonso Jáimez de Sotomayor establecieron en Las Palmas las primeras plantaciones y los primeros ingenios de moler caña de azúcar, a orillas del Guiniguada. Trajeron la caña desde Madeira, en donde se cultivaba desde mediado el siglo XV. En la margen derecha del torrente, Vera hizo instalar un ingenio movido por las aguas de este barranco. En la margen izquierda, Jáimez de Sotomayor emplazó un trapiche de sangre, accionado por bestias de carga. Esto ocurría todavía durante la conquista de Gran Canaria y con ello se inauguraba el cultivo y la producción del azúcar en las islas Canarias.

Las Palmas fue, así, la primera productora de azúcar del Imperio español en ultramar e, inmediatamente después, la primera ciudad ultramarina de Castilla en iniciar el comercio del azúcar. Esta actividad productiva y mercantil fundamentó el desenvolvimiento económico, demográfico y urbano de Las Palmas en la primera mitad del siglo XVI.

Cristóbal Colón llevó desde Las Palmas los primeros plantones y matas de caña que después crecieron y se desarrollaron en la Española. Por el testimonio del Descubridor, se sabe que los esquejes de la caña que había transportado desde Gran Canaria comenzaron a rebrotar en la Española pasado un mes: las “cañas dulces están ya crecidas; de las cañas no truxe cuantas quisiera, puesto que fuesen muchas cargas, todas las que se pusieron en botas se escalfaron y están podridas y tanbien las questan en la nao, la qual ha tardado hasta la semana pasada hasta llegar aquí. Asi que deseo mucho que de ellas se aya cantidad, que lugar ay aquí para se hazer cañaverales, para hazer un quento de quintales de açucar cada año”.

En la Española, el primer trapiche se construyó en 1503, después de la refundación de Santo Domingo por Nicolás de Ovando. Hacia 1523 se inició la exportación de azúcar refinada desde la isla. Años después, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo escribía sobre los “muchos y muy ricos ingenios de azúcar, la cual es perfecta y buena; y tanta que las naos vienen cargadas de ella cada un año”.

Esta fue una primera e importante aportación de Las Palmas al Nuevo Mundo, en este caso en el ámbito de los intercambios agrícolas y económicos. Es un hecho de particular relevancia y significación, si tenemos presente la importancia histórica que tuvo, con posterioridad, la producción y el comercio azucareros en las Antillas, en donde se formó todo un modelo de sociedad alrededor del azúcar.

PRIMERA CATEDRAL ESPAÑOLA EN EL ATLÁNTICO (1500-1570)

TEMPLO CATEDRALICIO QUE TESTIMONIA EL TRÁNSITO DEL ESTILO GÓTICO TARDÍO ENTRE EL VIEJO Y EL NUEVO MUNDO

Las Palmas pasó a ser la sede del Obispado de las islas Canarias al finalizar la conquista de Gran Canaria. En 1490 se inició la construcción de una modesta basílica para la Catedral, la después llamada “iglesia vieja de Santa Ana”, que fue sede catedralicia durante varios decenios. Pero, en 1497, el obispo Diego de Muros tomó la iniciativa de acometer la edificación de un nuevo y ambicioso templo. La obra se inició en los primeros años del siglo XV y la nueva Catedral de Canarias fue consagrada al culto en 1570.

La construcción de la Catedral se hizo en el estilo gótico tardío imperante en el reinado de los Reyes Católicos y en la España del primer tercio del siglo XVI. Es un templo de tres naves de igual altura, definidas por una secuencia de pilares cilíndricos sin capitel y por sus respectivas bóvedas. Las columnas de piedra, al llegar a su máxima altura, se despliegan para formar los arcos cruceros de las naves y dibujar la crucería estrellada de las bóvedas. La estructura de la Catedral es la de una iglesia columnaria, en la que la nave central es más ancha que las laterales. El estilo gótico tardío de la Catedral de Santa Ana es contemporáneo y coincidente con el de otras catedrales e iglesias levantadas en la península ibérica en la primera mitad del siglo XVI, así como con la primera Catedral de América, en Santo Domingo. El interior gótico de la Catedral de Santa Ana se conserva en la actualidad, pero la fachada fue sustituida a finales del siglo XVIII por otra nueva, de traza neoclásica.

Debe subrayarse que la Catedral de Santa Ana encierra los siguientes valores históricos y artísticos:

a) Primera Catedral española en el Atlántico. La de Santo Domingo, primada de América, fue posterior en su proyecto y en el inicio de su edificación. Esta última construyó a partir de 1523, también con un interior de estilo gótico.

b) Primera iniciativa arquitectónica importante emprendida por Castilla fuera del territorio peninsular. La monumentalidad de esta obra la consagran como la primera construcción relevante de la Corona y de la Iglesia española realizada en el Atlántico, lejos de los reinos de la Península.

c) Muestra del itinerario y tránsito del estilo gótico de los finales del siglo XV y principios del siglo XVI desde la Península Ibérica hasta el Nuevo Mundo. Las Palmas fue villa receptora del gótico final llegado desde la Península, lo cual se manifiesta cabalmente en esta Catedral. Por consiguiente, puede dibujarse un itinerario del último gótico español, que parte desde la Península Ibérica, pasa por Las Palmas de Gran Canaria y llega a la Española, en el periodo de la conquista y colonización de América.

d) Única manifestación integral de edificación gótica en la arquitectura religiosa de las islas Canarias. El edificio de la Catedral constituye la pieza arquitectónica más importante del Centro Histórico de Las Palmas.

PRIMERA PLAZA MAYOR INSTITUCIONAL, INTEGRADORA DE LOS PODERES GUBERNATIVOS Y ECLESIÁSTICOS (PRINCIPIOS DEL SIGLO XVI)

ANTECEDENTE HISTÓRICO DE LAS PLAZAS MAYORES IBEROAMERICANAS

La histórica Plaza Mayor de la villa de Las Palmas data del segundo decenio del siglo XVI. Esta plaza se organizó como espacio destinado a concentrar las sedes de los poderes públicos y religiosos: Ayuntamiento, Obispado y Catedral y, más tarde, la Real Audiencia de Canarias. Su planteamiento está unido, como indicamos, a la construcción de la Catedral, hacia 1500, al emplazamiento de la sede episcopal y a la edificación de las Casas Consistoriales. Se trata de un recinto planificado, de planta rectangular, con lados de mayor longitud en sus flancos norte y sur.

Fechas a tener en cuenta en la formulación de la Plaza Mayor de Las Palmas:

Año 1480: Los Reyes Católicos ordenan (Cortes de Toledo) que las ciudades y villas tengan su casa de Ayuntamiento y Cabildo, y que se sitúen en la plaza.

Año 1494: El Fuero y Privilegio Real de Canaria preceptúa que la ciudad de Las Palmas tenga Casa de Concejo y que esté en la plaza principal.

Año 1497: El Obispo Muros decide que se edifique la actual Catedral de Santa Ana, que comienza a contruirse tres años después.

Año 1500: Pragmática Real de los Reyes Católicos ordenando a los corregidores que den orden de edificar Casa de Concejo en donde no las hubiere.

Año 1511: El Ayuntamiento de Las Palmas promueve la construcción de la Casa Consistorial.

Año 1519: Una Real Cédula del emperador Carlos V ordena a los regidores del Concejo de Las Palmas que celebren sus reuniones en la casa consistorial por hallarse ya construido el edificio del Ayuntamiento.

Características históricas de la Plaza Mayor de Santa Ana son las siguientes:

– Recinto planificado de trazado geométrico, con planta rectangular, diseñado sobre un solar sin edificación anterior. El trazado primitivo se conserva en la actualidad.

– Espacio institucional y representativo en el que se emplazan las instituciones principales y los poderes públicos, con planeamiento del emplazamiento de sus respectivas sedes (Catedral en el naciente, Ayuntamiento y Real Audiencia en el poniente, Obispado en el costado norte y esquina más próxima a la Catedral).

– Concepción integradora: espacio que concentra el poder político y el poder religioso.

– Recinto de uso social en el que se desarrollan celebraciones oficiales y festejos populares, dotado de una fuente para el abastecimiento de agua.

– Así, en la Plaza Mayor de Las Palmas se dio una concentración de funciones gubernativas, eclesiásticas y sociales.

Con esta concepción y estas características, la Plaza de Santa Ana representa el concepto de Plaza Mayor institucional, planificada e integradora y el antecedente inmediato de las de la América hispana.

A. La Plaza Mayor en España.- El origen de la mayor parte de las plazas de la España peninsular se encuentra en el espacio destinado a mercado, feria y comercio de mercancías, amplios lugares al aire libre que eran un habitual punto de encuentro entre el campesinado y las gentes de las villas y ciudades. En el último periodo de la Edad Media, los espacios de mercado comenzaron a configurarse como plazas. Allí se establecieron las viviendas de los mercaderes y en las plantas de la calle se fueron abriendo tiendas de carácter permanente. Con el paso del tiempo, ante el frontis de los edificios se fueron construyendo soportales, que permitían la actividad ferial y comercial en tiempos de lluvias o en el dilatado estío. En Galicia, el norte de España, Aragón y Cataluña se construyeron con arcos de piedra, mientras que en Castilla se hicieron de madera, sustentados en pies derechos. Más tarde, estos espacios se aprovecharían para la celebración de festejos y conmemoraciones. Cuando los Reyes Católicos establecen en 1480 que las villas y ciudades edifiquen sus casas de Concejo, al erigirse estas sedes municipales en la antigua plaza de mercado, proporcionan a ésta un carácter representativo que abriría la senda para su futura conversión en plaza principal o plaza mayor. Pero ello será resultado de una larga evolución durante los siglos XVI al XVIII, en la que los antiguos espacios se van modificando y regularizando, presididas por el edificio del Ayuntamiento.

Las plazas españolas tienen dos orígenes diferenciados por su desarrollo y por su planta:

1) Las antiguas plazas de mercado, de origen bajomedieval y planta irregular, que a partir del siglo XVI fueron adoptando un carácter de plaza municipal.

2) Las nuevas plazas programadas, de planta regular (rectangular). En la península la primera Plaza Mayor arquitectónicamente programada fue la de Valladolid, proyectada por orden de Felipe II a partir de 1563 en el espacio de la antigua plaza de mercado, destruida por un incendio dos años antes. Su recinto se culminó en 1603. La segunda plaza planificada fue la Plaza Mayor de Madrid, encargada por el monarca al arquitecto Juan de Herrera en 1580, pero realizada por Gómez de Mora entre 1617 y 1619. Se trata de plazas planificadas, cuya función radica fundamentalmente en ser un espacio para los festejos y celebraciones (corridas de toros, etc.), aunque también pueden contar, como en Valladolid, con la presencia del Ayuntamiento. Este modelo culmina en el siglo XVIII con la arquitectónicamente programada Plaza Mayor de Salamanca. Por circunstancias de coyuntura histórica, la Plaza Mayor de Las Palmas antecedió a todas ellas.

Por otro lado, cuando las Casas de Concejo, conforme a lo dispuesto en las Cortes de Toledo, se fueron estableciendo en las antiguas plazas de mercado medievales, éstas se fueron regularizando ya en el siglo XVI, adquiriendo el carácter de plaza municipal y principal en muchas villas y ciudades. En éstas y en las planificadas no se dio, en general, el carácter integrador de las instituciones civiles y religiosas que existió desde su nacimiento en la Plaza Mayor de Las Palmas. Sin embargo, en algunas de ellas (Toledo, Sigüenza), Ayuntamiento y Catedral concurren en el espacio de la plaza principal.

B. La Plaza Mayor en la América hispana.- En América, la Plaza Mayor acompaña al periodo de fundaciones urbanas del siglo XVI. En general, la plaza deja libre un espacio del damero o cuadrícula del tejido urbano y concentra, como en Las Palmas, los poderes de gobierno y las sedes eclesiásticas. Las primeras plazas (Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, Cartagena de Indias) no corresponden todavía al modelo de Plaza Mayor americana, que sí se desarrollará muy pronto en Méjico, Lima, Santa Fe de Bogotá, Quito, Santiago de Chile y otras poblaciones. En la América hispana, la Plaza Mayor posee, en muchos casos, recintos de superficie cuadrangular, de las medidas de una cuadra, que presiden un diseño urbano concebido en una secuencia de manzanas de la misma dimensión, prototipo del urbanismo hispano en el Nuevo Mundo. A partir de ellas se desarrolla la trama urbana. La Plaza Mayor de Lima (a partir de 1538) es arquetipo de este modelo. Además de su dimensión urbanística, estas plazas son escenario de la integración de los poderes político-administrativos y religiosos en un único recinto, tal como fue el caso de Las Palmas.

Pero en la América española hay, igualmente, muestras de plazas rectangulares o de recintos en los que no se integran los poderes administrativos y eclesiásticos, así como plazas de armas nacidas junto a fortalezas costeras.

La Plaza Mayor de Las Palmas fue antecedente de las Plazas Mayores de las ciudades hispanoamericanas, no en su planta, pero sí en su carácter de recinto planificado en el que se concentran los poderes gubernativos y religiosos. En la Plaza Mayor de Lima concurren la Catedral, el Cabildo o Ayuntamiento y el Palacio Virreinal. En la Plaza Mayor de Bogotá se alza la Catedral y, frente a ésta, el Cabildo o Ayuntamiento y la Casa de los Virreyes. Igualmente en la de Quito fueron situándose, al paso del tiempo, la Catedral, el Palacio Episcopal, el Cabildo y la Real Audiencia.

La concepción integradora de los poderes gubernativos y eclesiásticos que se da en la Plaza Mayor de Las Palmas y en la de varias capitales americanas no lo encontramos, en cambio, en la Plaza Mayor española, que, en general, carece de esta característica.

En el seminario “La Plaza Mayor de Las Palmas y las Plazas Mayores Iberoamericanas”, celebrado en la sede de la Fundación Mapfre Guanarteme en octubre de 2009, con participación de especialistas de España, Méjico, República Dominicana, Argentina, Colombia, Perú y Ecuador, entre las conclusiones se acordaron las siguientes, en relación con esta Plaza Mayor de Santa Ana:

A.- Los participantes del seminario estimamos que la Plaza Mayor de Las Palmas es un recinto regular y planificado, que data de los principios del siglo XVI y concentra e integra desde entonces las sedes de los poderes político-administrativos y religiosos (Ayuntamiento, Real Audiencia, Casa Regental, Obispado y Catedral) y desempeña, igualmente, la función de un centro cívico, siendo un antecedente, en el tiempo, de la dimensión ordenada e institucional de las Plazas Mayores de la América hispana.

B.-Vistos los valores patrimoniales, históricoss y arquitectónicos de la Plaza Mayor de Santa Ana y la importancia de su condición de antecedente de las propuestas urbanas americanas, se recomienda a las autoridades municipales una tutela especial sobre sus características, su patrimonio y la función de la plaza.

Se convoca a la ciudadanía de Las Palmas de Gran Canaria a tutelar las manifestaciones de su patrimonio y a colaborar con el mantenimiento y puesta en valor de este singular espacio urbano CUYA PROYECCIÓN INTERNACIONAL ES INDISCUTIBLE.

C.- Se recomienda a las autoridades prestar atención a los estudios históricos, urbanísticos y patrimoniales que han puesto en evidencia los valores del Centro Histórico. Asimismo, para una potenciación de los valores patrimoniales, se recomienda la creación de un organismo ejecutivo que asegure la tutela y preservación del Centro Histórico, y que posibilite el rescate integral del patrimonio y un RECONOCIMIENTO CULTURAL A ESCALA INTERNACIONAL.

ANTIGUO PALACIO MUNICIPAL (c. 1512-1518),

TEMPRANO PROTOTIPO DE LA ARQUITECTURA CONCEJIL HISPANOAMERICANA DEL SIGLO XVI Y SIGUIENTES

Las dos piezas monumentales más importantes de la Plaza Mayor de Las Palmas fueron la Catedral y el Palacio Municipal. Éste se alzó en la Plaza Mayor en el segundo decenio del siglo XVI, cumpliendo lo dispuesto al respecto en las Cortes de Toledo y en el Fuero y Privilegio Real de Canaria. Su fecha de construcción debe situarse entre 1512 y 1518, pues en el año 1511 el Concejo de Las Palmas solicitó a la Corona recursos económicos para acometer la edificación, y en enero de 1519 una Real Cédula dictada por el emperador Carlos V prescribió que, habiendo casas de Ayuntamiento en la ciudad, las sesiones municipales se hagan en ellas. Además, el material empleado en la construcción, piedra arenisca, nos informa del tiempo de su edificación, pues aquélla era la piedra que se usaba en ese momento, antes de que, hacia la década de los treinta, se generalizara el uso de la cantería gris. Era un edificiorenacentista, de dos alturas, que ocupaba enteramente el lado occidental de la plaza. Se planta baja estaba concebida como una logia, presentando siete arcos escarzanos sobre columnas de orden toscano, desplegados en toda la longitud del frontis. En el centro de la planta superior se disponía un balcón consistorial, con tres arcos abiertos a la plaza, formando una galería renacentista, protegida por una balaustrada de piedra. Esta doble galería que se abre desde la fachada a la plaza es de innegable origen italiano, desde donde llegó a España en el Quinientos. A ambos lados del cuerpo superior resaltaban ventanales de estilo gótico flamígero. Sobre ella lucía el escudo de la ciudad. Sus dos flancos estaban ceñidos por dos lienzos esquineros, de sabor lusitano. Fue sede del Ayuntamiento de y la Real Audiencia, albergando también las cárceles reales y las dependencias del pósito, la alhóndiga y el peso de la harina

En cualquier caso, el viejo Palacio Municipal de Las Palmas fue de los primeros en marcar la tipología de lonja o pórtico en arcadas en planta baja y galería abierta en arcos en la superior, con balcón consistorial, abriéndose a la plaza y al pueblo. En tal sentido, fue un prototipo acabado de lo que fue la arquitectura concejil en el siglo XVI y siguientes. Comparte, con el de Sigüenza (1511-1573), el momento inaugural de los edificios consistoriales renacentistas en la Península y, después, en la América hispana.

Las Palmas ofreció, por consiguiente, un interesante precedente y un novedoso foco de arquitectura consistorial renacentista, en relación con el desarrollo de este modelo municipal en España y la América hispana.

El viejo Ayuntamiento fue destruido por un incendio en la noche del 29 de marzo de 1842. En 1843 se inició la construcción de un nuevo edificio consistorial, en el estilo neoclásico, que fue terminado pasada la mitad del siglo

PRIMERA CIUDAD ATLÁNTICA QUE TESTIMONIA EL PASO DE LA TRAMA URBANA MEDIEVAL A LA CIUDAD REGULAR AMERICANA

COEXISTENCIA DEL DESENVOLVIMIENTO ESPONTÁNEO Y DEL TRAZADO CON VOLUNTAD DE ORDENACIÓN, EN SU CASCO URBANO FUNDACIONAL

En la histórica villa de Las Palmas encontramos, por primera vez, el paso de la vieja urbe medieval, con un desarrollo urbano espontáneo, al de una trama regular, nacida de una voluntad de ordenación del tejido urbano. Ambos modelos coexisten en el casco fundacional de Las Palmas, lo cual lo señala como un ejemplo exclusivo en el camino que va desde la antigua ciudad del viejo mundo hacia la nueva ciudad americana, en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna.

La emergente villa de Las Palmas tuvo un espontáneo desenvolvimiento inaugural desde el espacio inicialmente fortificado (torre, ermita, plaza), del cual partían estrechas callejuelas abiertas entre los solares y terrenos entregados a los conquistadores. Así fue la disposición urbana del embrionario corazón del barrio de la Vegueta, en el que las angostas vías abren, apenas, el espacio que quedaba libre entre las primeras viviendas, edificaciones y huertas. Sin duda, el lugar no era, asimismo, el más apropiado para una adecuada organización urbana. En cambio, a medida que la villa se fue poblando y la edificación fue creciendo, el resto del barrio de la Vegueta y el de Triana, ubicado éste en zona más llana, adoptaron un trazado de ordenación más regular, distribuida en cuadras o manzanas rectangulares, cuya traza manifiesta una evidente, aunque imperfecta, voluntad de ordenación. El tejido urbano original pervive y se mantiene en la actualidad, con escasas modificaciones producidas en la primera mitad del siglo XIX.

Exceptuando el primitivo e irregular núcleo de San Antón, en esta villa imperó la manzana rectangular, tal como ocurrió después en Santo Domingo, con posterioridad a la refundación de Nicolás de Ovando (1502), como también en San Juan de Puerto Rico, fundada por Ponce de León en 1508, urbes que manifiestan un determinado planteamiento de regularidad en su trama urbana. Estas tres ciudades testimonian el cambio de concepción urbana entre el viejo y el nuevo mundo, a ambos lados del Océano. Pero serán, años más tarde, las de Méjico, Panamá, Granada, el viejo León (en la actual Nicaragua), Lima, Quito, Bogotá, y un conjunto de nuevas urbes, las que protagonicen de forma acabada la gran aportación del urbanismo hispanoamericano.

En el casco histórico de Las Palmas se dio, por consiguiente y por primera vez, una dualidad de lenguajes, que revelan el tránsito desde la villa medieval, de conformación irregular, a la nueva concepción de la ciudad ordenada en calles rectas a partir de un diseño urbano, que encontrará su gran desenvolvimiento en la América hispana.

Por consiguiente, dentro del mismo casco histórico original, de fines del siglo XV y primera mitad del siglo XVI, observamos dos morfologías urbanas diferentes:

A. Formación urbana espontánea, de carácter medieval.- Es la comprendida entre las calles siguientes, con la nomenclatura actual: calle Mendizábal tramo oriental de la calle Espíritu Santo, calle Felipe Massieu, calle de la Herrería, calle Terrero, calle Peregrina, tramo oriental de la calle Malteses y segmento meridional de la calle de Triana. El desenvolvimiento espontáneo se corresponde, por consiguiente, con la parte fundacional del barrio de Vegueta, en donde se emplazó el fuerte o campamento militar, y con la parte del barrio de Triana situada junto al barranco Guiniguada.

B. Formación urbana con voluntad de ordenación y manzanas rectangulares.- Corresponde a la parte oriental del barrio de Vegueta, desde la calle de los Reyes y la Plaza Mayor hasta el convento de Santo Domingo; y al sector septentrional del barrio de Triana, situado en una cuadrícula encerrada entre la calle de este nombre y las de Malteses, San Francisco y San Bernardo.

Dentro de la sencillez de sus recursos y de su perímetro, Las Palmas fue, en esa época, una ciudad de su tiempo. La Ciudad Real de Las Palmas fue una primera experiencia urbana ultramarina de la Corona en la alborada de las fundaciones y de los nuevos asentamientos ciudadanos en el Nuevo Mundo. Y fue el primer laboratorio urbano de la Corona en el Atlántico, tanto en los aspectos institucionales y político-administrativos, como en la propuesta de organización y diseño urbanísticos.

PRIMER BALUARTE DE LA CORONA EN EL ATLÁNTICO

LAS PALMAS, PRIMERA CIUDAD AMURALLADA DEL IMPERIO ESPAÑOL EN EL ATLÁNTICO ORIENTAL

Al desembarcar en la bahía de las Isletas, el 24 de junio de 1478, el conquistador Juan Rejón ordenó construir un baluarte en el litoral de la Isleta. Varios años después, en 1494, el gobernador Alonso Fajardo hizo edificar, en el mismo lugar, una elevada torre de piedra, de planta cuadrangular, que ha llegado hasta nuestros días y cuyos perfiles se han recuperado con motivo de las obras de restauración del Castillo de la Luz, iniciadas a principios del siglo veintiuno. La torre se alzó en un arrecife costero, de forma que durante la pleamar permanecía aislado por las aguas. Esta fue la primera fortaleza levantada por Castilla en las islas Canarias y en el Atlántico. Su misión consistía en defender el puerto natural de las Isletas.

En la primera mitad del siglo XVI, la torre fue rodeada de una cerca de piedra, de menor altura, también de disposición cuadrangular, dotada de dos cubelos en dos de sus vértices. Pero el baluarte no ofrecía la seguridad suficiente para repeler los ataques navales, frecuentes en aquel tiempo, sobre todo en el periodo de confrontación entre Carlos V y Francisco I de Francia. Así, pasada la mitad de la centuria, se llevó a cabo una ampliación de la torre existente y se construyeron sólidos muros exteriores, de igual altura que aquélla, que incrementaron notablemente su superficie y su eficacia defensiva. En los vértices noroeste y sudeste de estas paredes, se construyeron también dos cubelos. El espacio que permanecía entre la antigua cerca y los nuevos muros fue terraplenado, lo que le otorgó un notable grado de seguridad. Tras esta ampliación, el castillo de las Isletas o de la Luz alcanzó la superficie y la configuración que conserva en la actualidad, expresión de una arquitectura militar de traza medieval.

Durante más de medio siglo fue el único baluarte que tuvo la ciudad, además de algunas trincheras y pequeñas defensas emplazadas en el istmo de Guanarteme. Ya en la primera mitad del siglo XVI, la defensa de Las Palmas constituyó una constante preocupación de la Corona. Carlos V y, después, Felipe II enviaron, sucesivamente, varios ingenieros militares a la Ciudad Real de Las Palmas para ocuparse en proyectar sus defensas. El sistema de fortificaciones que, finalmente, se ejecutó fue proyectado por el ingeniero Juan Alonso Rubián.

En 1576, Felipe II dictó una Real Cédula concediendo licencia para el envío y venta de mil esclavos africanos a América, con la finalidad de que lo recaudado se destinara a costear la construcción de las murallas de Las Palmas. Éstas se levantaron en los años siguientes, cerrando la ciudad por el norte y por el sur. En esos mismos años se alzaron los torreones de San Pedro Mártir y de Santa Ana. A pesar de estas realizaciones, el monarca mantuvo su inquietud por la defensa de la ciudad ante ataques corsarios y envió al ingeniero Leonardo Torriani para hacer un nuevo proyecto de fortificación. Sin embargo, éste no llegó a ejecutarse.

Las Palmas fue la primera ciudad amurallada, parcialmente, del Imperio español en el Atlántico oriental y fue, después de Santo Domingo –en donde se inició la construcción de una cerca en 1543-, la segunda ciudad amurallada del Imperio español en ultramar. A raíz de los ataques navales de Drake (1595) y de Van der Does (1599), el interés por la fortificación de Las Palmas tomó nuevos bríos y, en el primer tercio del siglo XVII, se edificaron los castillos del Rey y de Santa Catalina. Así, el antiguo sistema de fortificaciones estuvo presidido por el Castillo del Rey, con las dos murallas, mientras que a lo largo de la costa varios baluartes cruzaban el fuego de sus baterías. De ellos conservan los Castillos de las Isletas o de Luz, primera fortaleza levantada por Castilla en el Atlántico, y del Rey, así como el pequeño baluarte de San Pedro Mártir y reliquias de la muralla.

En la actualidad, el Castillo de la Luz o de las Isletas (monumento histórico nacional desde 1941) conserva el mismo estado (planta, murallas), en el que se hallaba a mitad del siglo XVI, habiendo sido objeto de varias restauraciones.

VALORES PATRIMONIALES

MODELO DE AUTENTICIDAD EN LA PERMANENCIA

DEL TRAZADO URBANO FUNDACIONAL Y EN LA

INCORPORACIÓN DE SUCESIVOS ESTILOS ARQUITECTÓNICOS

CONJUNTO HISTÓRICO EXPONENTE DE RECEPCIÓN Y TRANSMISIÓN DE DIVERSAS FORMAS DE EDIFICACIÓN

El trazado urbano original de Las Palmas, ha pervivido a lo largo de los siglos, durante más de quinientos años, hasta llegar, con leves modificaciones, a nuestros días.

a) La autenticidad actual del trazado histórico del casco antiguo de Las Palmas se puede constatar a través de los sucesivos planos antiguos de la ciudad (1590, 1686, 1742, 1773, 1792, 1822, 1833, 1849), anteriores al comienzo de su expansión decimonónica. Su revisión permite comprobar la permanencia del mismo tejido urbano durante las centurias de existencia de la ciudad, tal como ha llegado hasta el presente. Las pequeñas modificaciones que se produjeron en la trama urbana fueron causadas por la conclusión de la Catedral en 1781, la apertura de la Calle Nueva en 1804 y la creación de la Alameda de Colón, en 1840, en el solar del desamortizado convento de Santa Clara. A ellas hemos de añadir el ensanche del barrio de Triana, a finales del siglo XIX, el cual puede observarse en el plano de Laureano Arroyo, de esa época. Este ensanche histórico mantiene actualmente su mismo trazado decimonónico.

b) Dentro de este trazado se registra, por otra parte, la permanencia de la autenticidad de los estilos arquitectónicos y modos de construir que se han sucedido a la largo de la historia del casco antiguo de Las Palmas.

La antigua ciudad de Las Palmas es ejemplo y modelo de recepción de diferentes corrientes arquitectónicas y edificatorias en una ciudad atlántica y, dentro del el ámbito de la arquitectura tradicional, los es también de su carácter de puente en su itinerancia hacia la América hispana, siendo un notable exponente de determinadas formas de la denominada arquitectura colonial, predominante en buena parte de la arquitectura doméstica de las ciudades iberoamericanas en los siglos XVI al XVIII.

Autenticidad en las arquitecturas, tal como han llegado hasta el presente:

Gótico final (gótico del periodo de los Reyes Católicos), principios del siglo XVI:

Interior de la Catedral de Santa Ana, iniciada en 1500. Coincidencia con otras catedrales españolas de la época y con la Catedral de Santo Domingo, primada de América, construida a partir de 1523.

Pieza singular: Portadas de piedra de la Casa Santa Gadea y de la Casa Móxica.

Gótico-mudéjar, siglo XVI:

Antiguas edificaciones de la arquitectura doméstica, con presencia de arcos conopiales.

Plateresco, siglo XVI:

Portada de la casa Móxica.

Portada de la Casa Regental

Mudéjar, siglos XVI y XVII:

Artesonados y otros aspectos de varias iglesias y ermitas (San Telmo, San Francisco de Asís, etc.)

Arquitectura militar:

Medieval: Castillo de la Luz y torre de San Pedro Mártir (fuera del perímetro del Centro Histórico).

Abaluartada: Castillo del Rey (próximo al Centro Histórico)

Arquitectura tradicional (colonial), siglos XVI—XVIII:

Numerosas manifestaciones de arquitectura doméstica, especialmente en el barrio de Vegueta, entre las que destacan las casas Móxica, Padilla, Westerling, Civerio, Vega Grande, etc. Invariantes de las arquitecturas hispanoamericanas. Influencia en las arquitecturas antiguas del Caribe y Sudamérica.

Claustro de los Naranjos.

Barroco, siglo XVIII:

Iglesia de San Francisco de Borja

Neoclásico, finales siglo XVIII y siglo XIX:

Numerosas muestras en la arquitectura pública y en la arquitectura doméstica. En la primera, destacan:

Fachada dieciochesca de la Catedral

Nuevas Casas Consistoriales

Fachada del Teatro Pérez Galdós

Palacio Militar

En la arquitectura doméstica clasicista sobresalen las casas diseñadas por Manuel Ponce de León y Falcón a mitad del siglo XIX:

Casa Llarena, fachada de la Casa Manrique, Centro Cultural Ponce de León, Casa Úrsula de Quintana, etc.

Modernista, principios del siglo XX:

Interesantes ejemplos desde el año 1900, destacando las casas de la “manzana modernista” de la calle de Triana y otras varias muestras en este barrio, así como la casa modernista de la Plaza de Santa Ana, autoría de los arquitectos Laureano Arroyo y Fernando Navarro.

Interiores del Gabinete Literario.

Salón Saint-Säens del Teatro Pérez Galdós

Racionalista, siglo XX:

Sede del Cabildo Insular (1932-1940).

Casas Machín y Ponce Arias (y, fuera del casco histórico, otras muchas en los barrios residenciales de Ciudad Jardín y Tafira)

En este sentido, el Centro Histórico de Las Palmas constituye un crisol de elementos arquitectónicos que han transitado desde la Península Ibérica y otros puntos del Viejo Mundo hacia el Atlántico, alcanzando la otra orilla en los países de habla española. Así, contemplando las antiguas edificaciones de esta ciudad, y otras de centurias más recientes, podemos recorrer la antes expresada sucesión de estilos: gótico tardío, elementos mudéjares, detalles platerescos, antigua arquitectura militar, arquitectura tradicional o colonial peculiar de esta ciudad, formas clásicas, ornamentación modernista, arquitecturas eclécticas y ejemplos de gran pureza racionalista. Permanecen en pié relevantes edificaciones de los primeros tiempos de la población, como la Catedral, las Casas Obispales, la Casa Regental o la pequeña iglesia de San Antonio Abad. Junto a ellas y a otros de los siglos XVI al XIX, destacan las casas de la arquitectura más propia de la ciudad de Las Palmas que, con sus sobrias y nobles portadas de sillería, sus artísticos balcones de madera, sus desafiantes gárgolas de cañón y sus coloridos y acogedores patios interiores, integran un conjunto de notable interés histórico y artístico.

Pasear por el casco antiguo de Las Palmas de Gran Canaria nos depara la sorpresa de reencontrarnos con los modelos arquitectónicos de ultramar de hace siglos, adaptados al clima, costumbres y modos de construir de la época en Gran Canaria. Los edificios monumentales y las piezas arquitectónicas del Centro Histórico poseen, en general, un elevado grado de autenticidad.

 

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